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Biblioteca Nacional cerrada: Una necesidad de cambio de paradigma

 

La Biblioteca Nacional de Uruguay (BNU), fundada el 26 de mayo de 1816, desde su primera sede en la actual Plaza Zabala es la biblioteca pública más antigua y relevante del país, constituyendo un pilar fundamental en la preservación y difusión del patrimonio bibliográfico y documental de la nación. 

Su creación se remonta a un contexto de lucha por la independencia, cuando el presbítero Dámaso Antonio Larrañaga propuso al Cabildo de Montevideo la necesidad de establecer una biblioteca pública para suplir la carencia de maestros e instituciones educativas, promoviendo el acceso al conocimiento para los jóvenes y la ciudadanía en general. 

Esta iniciativa fue respaldada por José Gervasio Artigas, quien, desde el Campamento de Purificación, dio su aprobación el 12 de agosto de 1815, destacando que una biblioteca pública contribuiría a la “pública felicidad” y al ideal de que “los orientales sean tan ilustrados como valientes”.

 A lo largo de su historia, la BNU ha evolucionado para convertirse en una institución clave bajo la órbita del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y su actual edificio en la avenida 18 de Julio fue inaugurada oficialmente en 1964, donde alberga más de 900.000 volúmenes, incluyendo incunables, libros raros, manuscritos, mapas, grabados y material audiovisual, con secciones especializadas como la Sala Uruguay y la Sala de Materiales Especiales. 

Cierre de la Biblioteca Nacional: Un Incumplimiento del Rol del Estado

El 26 de mayo de 2025, coincidiendo con el Día Nacional del Libro y el 209º aniversario de la BNU, las autoridades del MEC anunciaron el cierre indefinido de la institución al público, justificándolo en una “crisis estructural” que incluye problemas edilicios, falta de personal, crisis de conservación y una supuesta “crisis de sentido”. 

Esta decisión ha generado una profunda controversia, evidenciando un incumplimiento grave del rol del Estado como garante del acceso a la cultura y el conocimiento, principios fundacionales de la biblioteca.

La BNU no es solo un repositorio de libros, sino un símbolo de la identidad cultural uruguaya y un espacio de democratización del saber. Su cierre, aunque parcial (pues se permitirá el acceso limitado a investigadores bajo agenda), refleja una desatención histórica a la infraestructura cultural y una falta de políticas sostenidas para su mantenimiento. 

Según la directora Rocío Schiappapietra, el edificio, de casi un siglo de antigüedad, enfrenta problemas graves como hundimientos, fallas sanitarias y falta de protocolos de seguridad contra incendios. Además, se reporta una crisis de personal debido a la falta de relevo generacional y la desaparición de áreas de trabajo, agravada por recortes presupuestarios en el MEC.

Las críticas en redes sociales, como las expresadas por usuarios en X, reflejan el desconcierto y la indignación de la ciudadanía. Algunos señalan que el cierre es consecuencia de una “pésima gestión” y una “falta de interés” del sistema político, cuestionando la imagen de Uruguay como el “país más culto de América”. 

Como usuario de la BN, doy fé de las limitantes que han puesto para el acceso de usuarios, dada la dificultad de organización del material disponible y el escaso personal disponible, se limitó el acceso de usuarios  como ser agendas previas con cupos, hasta la entrega de material de manera limitada por colocación, limitación de horarios, etc.  

Un ejemplo de ello, es que si el primer cupo disponible era a las 12 y el horario límite para pedir material era a las 14 y la entrega era de solo tres materiales por colocación, cualquier persona que precise usar cada colocación por poco tiempo y rotarla, que llevaba a 20 o 30 minutos de espera entre colocaciones, esa persona tenía enormes limitantes de tiempo. 

Algunas voces atribuyen a la crisis a recortes presupuestarios que han debilitado al MEC, dejando a la biblioteca vulnerable a problemas como la presencia de roedores que dañan el patrimonio y no faltan los reproches de los militantes o fanáticos de partidos políticos, echar culpas de una administración a la otra. 

Estas voces ciudadanas subrayan que el cierre no solo priva a los uruguayos de un espacio de lectura, sino que simboliza un retroceso en el compromiso del Estado con la educación y la cultura pero fundamentalmente lleva a un debate: El rol del Estado.

La Necesidad de Digitalización y el Rol del Aporte Privado

En la era moderna, la digitalización de materiales patrimoniales es esencial para democratizar el acceso al conocimiento y preservar colecciones frágiles. 

La BNU ha iniciado proyectos como la digitalización de prensa del siglo XIX y XX, coordinada con intendencias y bibliotecas públicas, pero el proceso depende casi exclusivamente de fondos estatales, lo que limita su alcance y velocidad. 

La digitalización no solo protege documentos al reducir su manipulación física, sino que también permite su consulta global, fomentando la investigación y la difusión cultural.

Promover aportes privados económicos puede aliviar esta carga y acelerar los proyectos de digitalización. A diferencia de las donaciones de materiales, los fondos monetarios ofrecen flexibilidad para adquirir tecnología, capacitar personal y desarrollar plataformas digitales accesibles. 

En resumen, la Biblioteca Nacional de Uruguay, con más de dos siglos de historia, es un pilar del patrimonio cultural del país, pero enfrenta el reto de modernizarse para preservar y difundir su acervo. La digitalización es una necesidad urgente en la era moderna, y los aportes privados económicos pueden desempeñar un rol crucial, como lo demuestran experiencias en Estados Unidos, México y Francia. 

Fomentar la colaboración con el sector privado no solo aliviaría la presión sobre los recursos estatales, sino que también garantizaría que el rico legado de la BNU sea accesible para las generaciones futuras, tanto en Uruguay como en el mundo.